MUNICIPIS DEL TARRAGONÈS

Creixell, un hermoso pueblo en peligro

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Hace unos diez años, cuando conocí Creixell, en la Costa Dorada de Tarragona (existe otro pueblo con el mismo nombre en Gerona, desde donde tal vez llegarían para repoblar este nuestro), recibí una grata sorpresa. Parecía una isla de paz, tranquilidad y armonía, flanqueada por las elevadas construcciones de Torredembarra y el exceso constructivo de Roda de Berà, donde los chalets trepan las montañas. Y qué decir de otros pueblos, a diez, quince, o veinte kilómetros de Creixell, pertenecientes igualmente a la Costa Dorada, como Calafell, Segur de Calafell o Salou.

“Aquí no ha llegado la especulación”, me dije.

Creixell

Sobre todo quedé impresionada por las playas donde, a excepción de los campings, sólo aparecían casi lamiendo las olas, dos edificios de apartamentos. Aiguamolls protegidos en el límite entre Torredembarra y Creixell, alguna botiga, pequeñas dunas y pocos bañistas, al menos en junio y septiembre. Las urbanizaciones, como la del Rincón del César, donde he pasado muchos meses de esos diez años, y otras más selectas, aparecen como escondidas, y todavía conservan pinos y otros árboles, algunos frutales, en los jardines de las casas, hasta una hermosa higuera vi un día y a punto estuve de rememorar la infancia y saltar a coger algún fruto.

El pueblo, el núcleo, está en una pequeña cima, como casi todos los de la costa, mostrando, explícitamente, el porqué de esa ubicación: control del Mediterráneo, por donde aparecían sorpresas no muy gratas pero sí frecuentes, o sea, piratas, corsarios… Las tierras donde ahora se sitúan las urbanizaciones, fueron viñas, esas que se dejaban en herencia a los segundones de las familias, y que con el tiempo fueron arrancadas y la tierra convertida en suelo urbano, haciendo ricos a los segundos y dejando al hereu con la boca abierta. Desde un mirador se contempla el mar, los aiguamolls, la vegetación, sin que quedara en la retina ningún alto edificio que alterara la belleza del paisaje.

Creixell era pequeño, recoleto, elegante, tranquilo, tanto, que me imaginé feliz propietaria de una casa que queda a la izquierda de ese mirador, rodeada de otras de similar construcción, sencilla y elegante a partes iguales, con un gran pino en la parte trasera. Me vi dentro con tanta facilidad, que sitúe en ella el final de una de mis novelas (“La sal de la vida, la sal de la muerte”, sin publicar, como casi todas).

A punto estuve, en aquel entonces, de escribir una carta al alcalde felicitándole por el acierto de no haber permitido la especulación urbanística y haber conseguido hacer de Creixell un lugar diferente. Pero, claro, en los tiempos que corren todos quieren participar del festín inmobiliario.

Estoy hablando en pasado, porque en diez años Creixell ya participa del festín, por lo tanto no es lo que era, y casi con seguridad, si nadie lo remedia, será cada vez peor. La casa que imaginé mía, se encuentra ahora rodeada por un edificio con ¡setenta y ocho! apartamentos. Ignoro las normas urbanísticas de Creixell, pero así, en principio, parece que estos volúmenes en el casco urbano no deben ser del todo legales.

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Creixell, Cal Xacó, marzo 2006Esto no es lo más grave. El castillo que ahora vemos (cuyos orígenes se encuentran a final del siglo XI principios del XII), fue levantado en el siglo XIV. Se construyeron igualmente unas torres de defensa: Ca la Miquelina, Cal Jeroni y Cal Xacó, que formaban parte del recinto amurallado. Dos siglos después se alzaría la conocida como l’Hostal de la Figuereta o del Mar, que fue derruida en 1953 (Salvador Llorac i Santis “Creixell”, 1987). Cal Xacó dejará de verse. Junto a ella, como puede apreciarse en la foto, están construyendo sin dejar los metros alrededor de ella que, supongo, serían reglamentarios, para el fin de mostrar la torre exenta. Además, se han cargado la escalera, por lo que tampoco se podrá acceder al interior.

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CreixellHay más. La época de mayor esplendor de Tarragona y su tierra fue la romana, sin que esto desluzca la historia anterior y posterior. Cuevas prehistóricas con grabados y pinturas rupestres, la cultura cosetana, la repoblación con sus castillos, murallas, cartas de franquicias, las veguerías… Pero sin duda, fueron los romanos quienes dejaron su huella más duradera, tal vez porque destruirían parte de las anteriores. Aunque en realidad el patrimonio cultural, el de todos los siglos que nos precedieron, se lo han cargado dos generaciones sin más dios que el dinero y el ladrillo.

Ahora, si nadie lo remedia (repito), volverá a suceder en la Clota 2, situado en la urbanización El Rincón del César, junto a la playa y frente al camping l’Alba. Parece ser que siempre se supo que en la Clota 2 había restos arqueológicos romanos. La Vía Augusta pasa muy cerca, por encima de ella discurre la N-340 y, a pocos kilómetros, todavía se conserva el Arco de Berà, debajo del cual discurría la vía.

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CreixellSalvador Llorac, en su libro arriba referido, ya habla de la zona de la Clota, en general, señalando que aparecen restos de cimentación de lo que podría ser una villa romana del siglo II de nuestra era, además de cerámica sigilata y ánforas.

Se trataba del único gran solar sin edificar lo más cerca posible de la arena que permiten las dunas y los aiguamolls, tal vez por los restos arqueológicos y los problemas que podían acarrear. Un alcalde, a la chita callando, puso de acuerdo a los propietarios y ofrecieron a una gran empresa constructora los terrenos para edificar sobre ellos.

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CreixellParece ser que la Generalitat ha tomado cartas en el asunto, y es necesario confiar en el buen hacer de esta Institución para evitar el atentado cultural. Un grupo de arqueólogos ha estado trabajando en el paraje a que nos referimos, aunque en verano no continuarán con el estudio y, ya se sabe, hay máquinas que entran en los solares y arrasan inocentemente cuatro piedras de nada. De momento, lo que se ha encontrado parece ser (a falta de otras catas y comprobaciones) una villa de más de una hectárea que comunicaba con la Vía Augusta por una calle de más de seis metros de ancha, y algunas columnas.

¿Qué valor dará a esto el Ayuntamiento? ¿Cómo procederá la Generalitat? Son preguntas que tienen a una parte de la población preocupada, a casi toda la población, excepción hecha, naturalmente, de los que querrían permitir este atentado.

© Isabel Goig, 2006
https://tarragona-goig.org

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