PAISANAJE Josep Guardiola i Grau |
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La hermosa tierra de Tarragona es mucho más que su pasado romano, aunque esto haya propiciado la declaración de Patrimonio de la Humanidad. Será la luz única, el azul límpido del Mediterráneo que se refleja en el cielo, será el clima suave, o una mezcla de todo ello, aderezada con el cultivo de la almendra, la avellana y la aceituna, lo que ha propiciado que de esa tierra salgan artistas irrepetibles y que otros, sin nacer en ella, la hayan elegido para vivir y crear.
El pintor Rafael Lozano Bartolozzi, escogió Vespella de Gaià para sus cuadros y, de paso, regir los destinos municipales del pequeño y precioso lugar, cuyas calles distinguió con nombres de colegas, entre ellos el de Joan Brossa. Muy cerca de Vespella, el cineasta Bigas Luna eligió Virgili, un pequeño núcleo casi medieval, para construir su hogar.
Otros tarraconenses no estuvieron capacitados para las artes, pero tocados con el seny y con la fortuna, dedicaron parte de ella al mecenazgo. Porque el espíritu se lo pedía, porque la sociedad lo veía con buenos ojos, o para quitarse, tal vez, la rémora de unos negocios, si bien lícitos en esos años como podía ser el tráfico de esclavos, no acordes con la nobleza a la que aspiraban. Eusebio Güell fue uno de estos mecenas.
L’Aleixar es una población vecina de Reus, Riudoms y Mont-roig, todos enclaves de la comarca del Baix Camp. Lugares protegidos por la sierra de la Mussara y, en el caso de Mont-roig, abierto al inminente Mediterráneo. Bosques, despoblados, masías, agricultura mediterránea con predominio del avellano y, en el caso de Reus, el enclave más importante, en cuanto a población e industria, de la provincia de Tarragona. L’Aleixar perteneció al condado de Prades y fue importante su judería. Celebran fiestas a Blas, el santo al que se le debe rogar para que no enferme la garganta el tres de febrero y que tiene una ermita dedicada, y a san Martín, a quien está dedicada su iglesia parroquial.
Agregado a L’Aleixar fue el hoy despoblado de Mascabrers, enclave diminuto con un pozo que inspiró al dramaturgo de la Selva del Camp, Ventura Gassol, para la obra de teatro escrita en 1924 “La cancó del vell Cabrés”. Josep Guardiola i Grau nació en 1831 y falleció en 1901. Parece ser que se dedicó, en Guatemala, al negocio inmobiliario y a la exportación e importación. Llegó a tener una plantación de café. Fue accionista del “Canal de Panamá”, donde, por cierto y a modo de curiosidad histórica, fue a parar, en la parte perteneciente a EE.UU., una estatua en bronce de Cristóbal Colón tomando por la cintura a una bella india que simbolizada a América, regalo de la emperatriz Eugenia de Montijo al pueblo panameño. Enriquecido Guardiola, hizo como tantos otros indianos de todos los lugares, construir a mayor gloria de su nombre un hospital asilo, una escuela para niños pobres, el cementerio y otras obras de interés general en L’Alexia, su pueblo natal. Cuando, hacia 1860, volvió a España, portaba en el equipaje humano a alguien muy querido por él, una hija, de nombre Lola, habida con una mulata. Nacería otro hijo, pero ese quedó en Guatemala. Guardiola fue un personaje interesante, tanto, que llegó a inventar un idioma universal. Sigamos a J.J. Navarro Arisa: “... se hizo, por sus propios medios, con una cultura práctica, pero vasta. Una prueba de esa inquietud intelectual es que se inventó un idioma universal, una especie de lengua franca que no debía sustituir a ningún idioma ya existente, sino servir para que los viajeros, marinos y mercaderes pudieses entenderse en todas partes. En 1893, y en París –quizá por pudor ante los comentarios que pudiesen hacer en su tierra-, publicó, pagando la edición de su bolsillo, una Gramatika uti nove prata (Gramática de una nueva lengua) llamada Orba y que debía servir como Kosmal Idioma (idioma universal)...”. Se trataba de mezclar los idiomas italiano, latín, inglés, francés y catalán. Sólo hemos encontrado una referencia a este idioma, en Internet, y únicamente formando parte de una relación de idiomas de similares características.
En ese ambiente conoció a Pere Milà y Camps, más acorde con su edad, perteneciente a la burguesía catalana, empresario de la plaza de toros Monumental y fundador de algunos periódicos monárquicos. Por cierto, familia directa, tal vez hermano, del primer conde del Montseny, Josep María Milá y Camps, abuelo a su vez de los periodistas Mercedes y Lorenzo Milá. “Pere Milà era un seductor –dice Navarro Arisa- (...) era la versión burguesa de un dandy victoriano, sin mucho fondo pero con bastante estilo (...) Milà amaba los automóviles, que entonces comenzaban a difundirse entre las personas pudientes. Tuvo uno de los primeros coches matriculados en Barcelona y, aprovechando que su tío era el alcalde, organizó la primera carrera de automóviles que se celebró en la ciudad. Era amigo de otros deportistas acaudalados, como el pintor Ramón Casas o Josep Bertrand (...) Otra de las costumbres de comienzos de siglo entre las personas ricas era ir a lujosos balnearios de aguas termales con el declarado propósito de curar la salud, tratarse de alguna dolencia y, sencillamente, reposar. En realidad los balnearios eran centros de animada actividad social y escenarios muy propicios para que las viudas opulentas como Roser Segimon o los jóvenes seductores como Pere Milà encontraran alivio a su soledad o una dote que resolviera la vida. La afortunada coincidencia de la heredera y el seductor se dio en ese año de 1903 en el balneario francés de Vichy, donde la viuda del indiano consolaba su pena y adonde Milà acudió en busca de aventuras”. Contrajeron matrimonio en 1905. Cinco años más tarde, el matrimonio comenzó a vivir en “la Pedrera”, entonces ubicada en el límite entre Barcelona y el pueblo de Gràcia, integrado finalmente en la gran ciudad. Hubo problemas, parece que al matrimonio no le gustó nada el edificio, se negaron a que fuera coronado con la imagen, enorme, de una virgen y el arquitecto acudió a los tribunales para poder cobrar más de cien mil pesetas que los Milà se negaban a hacer efectivas. Pere Milà murió en 1940, su mujer, Roser Segimon –“doña Rosario”- le sobrevivió veintitrés años, residiendo en el piso de la Pedrera, un espacio de más de mil trescientos metros cuadrados. A su muerte, y por indicación de ella, fue enterrada junto a su primer marido, Josep Guardiola i Grau, en L’Aleixar. Parece que fue mucho más feliz con éste que con el conquistador Milà. El dinero heredado sirvió, además de para financiar la obra diseñada por Gaudì, para la reconstrucción de la plaza de toros Monumental, de la ciudad Condal, cuya obra fue inaugurada en 1916. © Isabel Goig Soler |
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