HISTORIA

Apuntes para la historia de Montblanc

 

Montblanc

Son las Muntanyes de Prades (relieve perteneciente a la Cordillera Costero-Catalana) un conjunto montañoso de 260 km2, que emerge al norte de la llanura cultivada del Camp de Tarragona. Cuatro comarcas se reparten sus relieves, aguas y valles, Alt Camp, Baix Camp, Conca de Barberà y Priorat. Calcáreas blancas, gres rojo, granito, cuevas extensas y simas profundas, propias del relieve kárstico, filtran unas y albergan otras las aguas que dan lugar a ríos como el Francolí (el más importante), d’Angera y Brugent, a cuyos cursos llegan en su ayuda numerosas fuentes. Estos hontanares, a veces minúsculos, se cobijan en los bosques de pino, encina, robles y rebollos, como el de Poblet, donde los condes-reyes acudían a cazar. De vez en cuando nos sorprende el acebo, propio de tierras septentrionales, y el misterioso tejo. Entre la vegetación de las Muntanyes de Prades viven jabalíes, ardillas, águilas reales y perdiceras, y todavía encuetra cobijo algún halcón, tal vez sucesor de aquellos llegados de Pollença por orden del rey Sanç, como regalo a su familia catalana, que tan mal habría de pagar a sus sucesores el atrevimiento de reinar sobre los estados mallorquines.

En tiempos pretéritos, cuando los asentamientos estaban condicionados por las necesidades básicas, como el agua, la caza y la defensa de otras tribus, las Muntanyes de Prades se habitaron con gentes del Paleolítico, como demuestran las pinturas rupestres, declaradas Patrimoni de l’Humanitat (1). Se advierte, de la sola contemplación panorámica, que toda la zona que envuelve a la comarca nombrada Conca de Barberá, es lugar ideal de refugio primitivo. En Vimbodí, lugar próximo a Montblanc, en cuyo término se asienta el Monasterio Cisterciense de Poblet, y concretamente en el paraje conocido como “Molí del Salt”, han parecido en fechas relativamente recientes, nuevas muestras de arte prehistórico (2). Las excavaciones han proporcionado herramientas de silex y material óseo. Más tarde estos parajes que rodean a Montblanc serían habitados por otras tribus íberas, como vienen a demostrarlo yacimientos del Pla de Santa Bárbara.

 La Historia

Cobijada por las Muntanyes de Prades, la villa medieval de Montblanc se muestra al visitante con gran belleza, gracias a su entorno y monumentos, que serían suficientes para la capital de un reino. La villa no siempre tuvo este nombre ni se asentó en el mismo espacio. Como consecuencia de la necesidad de repoblar lo que se denominaría Catalunya Nova, a medida que las tierras se iban conquistando a los musulmanes, gentes llegadas de la Catalunya Vella poblaron Duesaigües, nombre que hace alusión a la confluencia de los rios Francolí y d’Anguera, a mediados del siglo XI. El nombre es cambiado por el de Vila-salva (o franca) es decir libre de impuestos, o con características especiales que hicieran atractiva su población. Ramón Berenguer IV (+ Piamonte, 1162) ya vio la necesidad de situar un lugar fuerte en el camino que unía Catalunya con Francia, a distancia equidistante entre Tarragona y Lérida, y sería su hijo, Alfons, quien mandaría trasladar la población a la actual ubicación, a la vez que le confirmaba las franquicias y privilegios. Según los datos consultados, en el año 1163, la población se trasladó a su actual ubicación y se le dio el nombre de Montblanc, topónimo que se debe, como apuntan todas las fuentes, no al hecho de que la montaña esté nevada, ni a que la piedra carezca de color, sino a la falta de vegetación.

El discurrir del siglo XIII sería muy importante para esta villa. Se fundan tres conventos a cargo de los nobles y ricos comerciantes montblanquins, dos de ellos bajo las ordenanzas franciscanas, el de Sant Francesc y el de clarisas de la Serra, y otro bajo la obediencia de la Mercè, el del Miracle. Jaume I, el rey Conqueridor, la concede a Leonor de Castilla, y más tarde a Violant d’Hongria, su segunda esposa (3). El hijo de Jaume, Pere el Gran, en 1284, formó el municipio, compuesto de lugares muy interesantes, a los que nos acercaremos en algún momento para escribir sobre ellos.

Los hombres de armas de la villa fueron siempre fieles a los reyes, acompañándoles en sus conquistas. Cuando el Conqueridor se hizo con Mallorca, allí estaban ellos, y el rey les concedió como recompensa tierras y obradores, concretamente cinco alquerías de Petra pasaron a sus dominios.

Conforme avanza la Edad Media la villa real de Montblanc va adquiriendo más y más importancia. Como si fuera la joya de la corona, los reyes la van equipando con todo lo necesario para hacer de ella lugar de residencia circunstancial de los monarcas y plaza fuerte. La economía es buena, los judíos contribuyen a esa bondad con el pago de impuestos a fin de conseguir prerrogativas, como, por ejemplo, vestirse a su manera. Se agruparon en un barrio, call, del cual todavía se conserva una calle, estrecha y cubierta, como es habitual en todas las juderías. Contaban con dos sinagogas, aunque una de ellas fue derruida en 1311, y aprovechadas las piedras para edificar el convento de clarisas de la Serra. La comunidad judía vería peligrar sus intereses, e incluso sus vidas, cuando, en 1348, la peste negra se extendió por Europa, sin respetar ningún rincón. Serían, como tántas veces en la historia, culpados de la glánola. El resurgir de esta enfermedad, endémica durante siglos, llevaría a los cristianos a asaltar, en 1391, las juderías de casi todas las localidades, siendo especialmente cruento el asalto a la de Barcelona. Resisitió la comunidad de Montblanc hasta entrado el siglo XVI, huyendo entonces casi todos. Muchos de ellos se instalaron en Menorca.

El siglo XIV sería el de máximo esplendor de Montblanc. Era la séptima población de Catalunya, en cuando a habitantes, detrás de Barcelona, Lleida, Tortosa, Girona, Tarragona y Puigcerdà. La mayoría de los edificios relevantes estaban ya construidos, o se acabaron en ese siglo. Todos los reyes de la monarquía catalano-aragonesa la habían equipado para que fuera digna villa real, siempre había pertenecido a la corona, pues incluso cuando Jaume I la dio, sucesivamente, a sus dos esposas, seguía perteneciendo a los reyes de Aragón. Sólo a final de 1356, Pere IV cedió parte del municipio a Enrique de Trastámara, sin ser este todavía rey de Castilla, en recompensa por el apoyo prestado por el bastardo castellano, en la lucha que mantuvieron los dos pedros, conocidos en la historia como el Cruel y el Cerimoniòs. Los habitantes de Montblanc, sabedores de que quien sería rey de Castilla estaba manco de caudales, rescataron la villa a cambio de nueve mil florines de oro.

Los montblanquins verían pasar por el Pont Vell sobre el Francolì, y entrar a su villa amurallada, reyes, nobles y prohombres de todo el reino en muchas ocasiones, pero en cinco de ellas, el motivo sería de gran relevancia para todo el reino, pues se trataban de Cortes Generales cuatro, y la reunión del Parlament de Catalunya, la última.

En 1307, Jaume II convoca Corts Generals de Catalunya en la Iglesia de Sant Miquel, austero y hermoso templo románico, a fin de conseguir ayuda para la conquista de Cerdeña, y para tratar sobre la acusación a la orden del Temple. Su segundogénito Alfonso (el primogénito había renunciado a la corona) (4), escogió la iglesia de Santa María, para la reunión de Cortes en el año 1333. El hijo de Alfonso, Pedro IV el Cerimoniòs, las convocó en la iglesia de Sant Miguel, en el año 1370. Por último, en 1414, Ferran d’Antequera, quien sucedería en los reinos a falta de heredero aragonés, convocaría el Parlament en el convento de Sant Francesc. Cuatro años antes, en 1410, el Parlament General de Catalunya se reuniría en al Iglesia de Sant Miquel. Fue antes del Compromiso de Caspe (5), aunque la peste, de nuevo, impidió que finalizara en Montblanc, y fue Tortosa la ciudad escogida para elegir los compromisarios que propondrían al nuevo monarca.

También en el siglo XIV se produce un hecho que hace que nosotros miremos de forma especial la villa de Montblanc. Entre los años 1342 y 1343, Pedro de Aragón abrió un proceso contra su cuñado, Jaume III de Mallorca. La raíz del conflicto arrancaba de muchos años atrás, cuando Jaume el Conqueridor, antepasado de ambos, legó a su segundogénito las Baleares, conquistadas por él, junto con el Rossellò y la Cerdanya. Este hecho nunca fue aceptado por los sucesores de la línea primera, pero con el Cerimoniòs llegó a la definitiva anexión a la corona aragonesa, a pesar de que el rey de Mallorca había casado con su hermana Constança. La crueldad del de Aragón con su familia mallorquina, aunque está siendo objeto de estudio por nuestra parte, no procede en este apunte sobre Montblanc, pero sí el hecho concreto derivado del proceso al que aludimos.

Como consecuencia de las causas que llevaron al rey de Aragón a abrir el proceso a su cuñado y robarle el trono, con resultado de muerte de Jaume III de Mallorca en el campo de batalla de Llucmajor en 1349, y prisión del heredero, Jaume IV*, hacia el 1343, la reina Constança y sus hijos, Isabel y Jaume, quedaron en poder del Cerimoniòs. Los niños contarían con siete y seis años, aproximadamente. Primero fueron instalados en Girona para, más tarde, trasladarlos a Montblanc, antes de ser devueltos a su esposo y padre, el rey de Mallorca. Hasta ahora no hemos podido averiguar donde residieron ni el tiempo que vivieron en la villa, pero es de suponer que tal vez fuera en el palacio real, o quizá en el convento de clarisas.

A Montblanch fue emplazado Jaume d’Urgell por su hermano el rey Pedro IV. El primero había protestado por la disposición del segundo a nombrar heredera a su hija Constança, ante la falta de varones, ya que su matrimonio con María de Navarra sólo había dado mujeres. Le convocó para el día de Sant Joan, en junio, a fin de escuchar a un consejo de sabios, pero el de Aragón, como acostumbraba a hacer, no esperó ese día, y tres meses antes dispuso que Constança fuera nombrada heredera. Finalmente, al morir María, el rey casaría con Constança de Sicilia y tendría dos varones, Joan y Martí. El primero, conocido con el sobrenombre de el Caçador, concedió al segundo el ducado de Montblanc en 1387, título que abandonaría en 1396, cuando Martì l’Humá sucediera a su hermano Joan en el trono de Aragón-Catalunya. El título lo llevaría también la esposa de Joan, María de Luna, gran reina según todos los estudiosos. Joan II, el padre de Fernando de Aragón, llamado el Católico, volvería a utilizar el título de duque de Montblanc. En 1464, durante la Guerra Civil a causa del despojo de la primogenitura al príncipe Carlos de Viana y de la imposición de Fernando como futuro rey, parece ser que la Generalitat ofreció el ducado, además del reino, al condestable de Portugal, don Pedro, nieto del conde de Urgell y descendiente, por tanto, de los condes de Barcelona.

Siguiendo con el siglo XIV y sus protagonistas. Como consecuencia de la muerte de Jaume III de Mallorca en 1349 aconteció, en 1374 un hecho en el que, de nuevo, vemos a Montblanc, aunque sólo de refilón, en la historia Aragón-Mallorca, historia que no habría de finalizar hasta la muerte, a principio del siglo XV, de Isabel, quien siempre se consideró heredera legítima de los estados de su padre, Jaume III. El hijo de éste, Jaume IV, años después de evadirse de la prisión en la que su tío el Cerimoniòs le mantenía de la manera más ignominiosa, y tras las desavenencias con su esposa, Joana de Nàpols, reúne de nuevo gentes de las Compañías que deambulaban por el sur de Francia para invadir los estados del rey de Aragón y tratar de recuperar su reino. El infante aprovechaba siempre las rivalidades de su tío con otros soberanos, para unirse a ellos y reclamar lo que era suyo. En esta ocasión el de Aragón debió ver realmente peligro, pues invocó el usatge Princeps namque, por el cual todos los hombres en edad para ello debían socorrer al rey, a la llamada de los veguers,  dirigiéndose hacia donde el rey tuviese su Real. Las Compañías de Jaume IV, entre los que figuraban hombres de guerra que ya habían luchado en la batalla de Nájera (6), descendieron por el valle del Segre y el del Ribes. Hay que decir que Isabel, la hermana de Jaume, iba en esta ocasión con ellos, al haber enviudado del marqués de Montferrat. Se alojaron en Sant Cugat, recorrieron Sarrià, Sant Boi de Llobregat y se dirigieron a Vilafranca y Montblanc.

Como hemos dicho, Montblanc fue siempre afecta a los reyes de Aragón, y aunque treinta años antes los ahora adultos y entonces niños infantes de Mallorca, hubieran pasado un tiempo en la villa, tal vez ganándose la simpatía de los montblanquíns, tanto por niños como por hijos de Constança, hermana del rey, en 1374 el infante se detenía en la villa con aguerridas compañías para luchar contra las huestes del rey Pedro. Debió suceder que había dificultad para conseguir víveres, pues no es entendible que se asustaran las temibles Compañías por bien protegida que estuviera la villa y por muchos hombres que contaran en el interior para su defensa, muy inferior al de ellos. Algún historiador apunta que el frío de esos días (finales del 1374), también jugó su papel. El caso fue que los hombres, con Jaume IV al frente, abandonaron Montblanc, pasaron a Castilla, concretamente a Soria, fronteriza con Aragón. Y en Soria moriría Jaume, donde, todavía, permanece enterrado.

Poco a poco, y a causa del final de la monarquía aragonesa-catalana, la otrora esplendorosa villa de Montblanc fue perdiendo el favor real aunque no su importancia estratégica. En el siglo XVII fue saqueada salvajemente en varias ocasiones por el ejército castellano. En 1642, cuando los franceses tomaron Monzón y realizaron incursiones por el Ribagorza, la villa fue sometida a saco y quema por los castellanos al mando de los marqueses de Mortara, Torrecusa e Hinojosa (7). Unos años más tarde los franceses se hicieron fuerte en la iglesia de Santa María siendo atacados por las tropas castellanas, y en 1651, fue atacada de nuevo por ser plaza fuerte.

Los siglos XVIII y principios del XIX no fueron más propicios para la villa que el anterior. La Guerra de Sucesión, a la muerte de Carlos II, propició la visita del pretendiente Carlos de Austria para pedirles su apoyo, algo que consiguió, al igual que el de toda Catalunya. Las guerras con el francés, las Carlistas. Aunque, en el XVIII, gracias a la buena marcha de la agricultura, Montblanc conoció un aumento de la población muy importante. También en el segundo tercio del XIX, y a causa de la filoxera, que atacó las viñas de Castilla y Francia, se plantan muchas en Montblanc y se instalaron industrias derivadas del vino. Más tarde, inevitablemente, el insecto fatal para los viñedos llegaría también a las tierras del término de Montblanc. Pero ya el número de vecinos era muy importante y con ellos la edificación de nuevas casas. La llegada del ferrocarril, la iluminación, la industria…, todo eso con el marco medieval conservado, que llevaría a que la villa de Montblanc fuera declarada, en 1947, Conjunto Monumental y Artístico.

 El Arte

El patrimonio cultural y artístico de la hermosa villa requiere una detenida visita y, desde luego, no durará solamente un día, a no ser que queramos mirar de manera superficial.

Desde fuera la visión del kilómetro y medio de perímetro de las murallas, con treinta torres entre lienzos, es impresionante. Las primitivas puertas de entrada fueron cuatro, orientadas a los puntos cardinales. En la construcción de estas defensas del siglo XIV participaron los habitantes de la villa y de la veguería. El Cerimoniós las mandó construir cuando la guerra con Pedro I de Castilla amenazaba con no acabar nunca. Debido a los numerosos asaltos que los castellanos infligieron a las murallas fueron deteriorándose, se edificaron casas al amparo de los muros y los rebaños aprovechaban la hierba de los alrededores y de las fosas. La restauración se produjo a partir de los años setenta del pasado siglo, cuando ya hacía más de veinte años que había sido declarada la villa Monumento Nacional, o Bien de Interés Cultural, como diríamos ahora.

Antes de atravesar el recinto amurallado habremos discurrido por el Pont Vell, sobre el río Francolí, cuyas avenidas, espaciadas en el tiempo, son temibles. La historia recogió la del año 1387 y, en la Espluga de Francolí, unas fechas y una medida grabadas en la piedra refrescan la memoria de una avenida mucho más reciente, que produjo pérdidas humanas.

Todo en Montblanc se contempla con sorpresa por la belleza de las edificaciones medievales, y hasta por su pureza. A pesar de la dificultad de encontrar un edificio que se halla mantenido tal y como se comenzó a construir (en la mayoría de los casos se finalizaron uno o dos siglos después del inicio), se han conseguido unas restauraciones respetuosas, alejadas de las nuevas tendencias que contraponen la sobriedad pétrea a la vanguardia acristalada.

Así podremos visitar el convento y la ermita de la Serra. Aquí la tradición mantiene que la imagen era portada por una princesa, Irene de Làscaris (8), hacia Zaragoza, habiendo sido desembarcada en Salou, y trasladada desde ese pueto por una carreta de bueyes. Los animales no querían continuar el camino, interpretando que la imagen quería quedarse en ese lugar, donde se levantó una ermita para su culto (9).

En el mismo siglo, XIII, se comenzó a edificar el convento de Sant Francesç. En nuestra visita del mes de marzo pasado, lo hallamos en restauración y la oficina de Turismo, ubicada a la entrada del edificio, recién abierta al público. Tal vez fuera en este convento donde se impartían Gramática y Lógica, al parecer el primer centro de estudio que se establecía en Catalunya, autorizado por Jaume II (conocido como el Just y también el rei montblanquí). Como todos los bienes eclesiásticos, sufrió los rigores de la Desamortización. El otro convento de Montblanc fue habitado por mercedarios, es también del siglo XIII, y se le conoce como Convent del Miracle.

La Iglesia de Sant Miquel, también del siglo XIII, se muestra sencilla en su exterior, con una esbelta y alta torre, y gótica en el interior, cubierta con hermoso artesonado de madera policromada, con dibujos. En ella, como digimos más arriba, se celebraron Cortes en dos ocasiones.

En el siglo XIV, un rico mercader de Montblanc, Jaume Marçal, dejó una manda testamentaria para que se construyera una iglesia, dedicada a Sant Marçal y anexo a ella un hospital para pobres. Actualmente pertenece a la Congregació de la Puríssima Sang, y sirve de guarda y custodia de los pasos que procesionan en Semana Santa. Conserva un hermoso retablo dedicado a San Cristóbal, obra del siglo XV.

La edificación de la Iglesia de Santa María la Major vino a sustituir a otra románica. Tampoco pudimos visitarla por hallarse en proceso de restauración. La fachada, barroca, no es la primitiva, que fue destruida en la Guerra dels Segadors. Se muestra como un gran templo y sabemos que su interior guarda importantes obras de arte, entre las que destaca un órgano barroco.

De los siglos XV y XVI es el Hospital de Santa Magdalena, para cubrir las necesidades de enfermos pobres y peregrinos. Actualmente es la sede de l’Arxiu Històric de la Conca de Barberà.

Casas y casonas, unas blasonadas y otras no, adornan toda la villa. El Palau Alenyà, sede en la actualidad del Consell Comarcal de la Conca de Barberà. El Palau Desclergue. El Reial, destrozado a pesar de ser edificado al estilo gótico, al haber pasado a propiedad privada. Y el de los Josa, donde se encuentra albergado el Museo Comarcal de la Conca de Barberà.

Junto con los edificios religiosos y nobles, perviven otros, como el arco y los restos del call, y los relacionados con la industria. En este último sector cabe mencionar los Porxos Cal Malet, del siglo XVIII, que dan cobijo a las antiguas medidas oficiales de la villa para el grano, en piedra, perfectamente conservados. La Fuente Major. Los molinos junto al río Francolí, entre los que destaca el Molí dels Capellans. Y más recientemente, el celler cooperatiu, del siglo XX, modernista, diseñado por Cèsar Martinell (10).

Las leyendas

Dice Madoz que En Montblanc van por agua las mujeres con tres cántaros, uno en la cabeza, otro debajo del brazo izquierdo, y el tercero en la mano derecha, apostándose a correr en los días de gran fiesta, sin derribar o verter ninguno de los tres”. A esta tradición pequeña y humana se enfrenta la gran leyenda, la de Sant Jordi*. En tiempos muy remotos un dragón tenía atemorizados a los habitantes de Montblanc, pues devoraba corderos y cabras, poniendo en peligro la supervivencia de ellos. Decidieron entregarle cada día una persona, por sorteo, incluida la familia real. A la hija del rey le tocó un mal día ser devorada por la bestia, siendo salvada en el momento crítico por un caballero que era, ni más ni menos que Sant Jordi. Sobre la sangre del dragón nació un rosal con rosas rojas, y desde entonces los hombre regalan ese día una rosa a su amada.

Gracias a esta leyenda, cada año, desde hace casi veinte, alrededor del 23 de abril, tiene lugar la Semana Medieval, de gran rigor histórico, que le ha valido la declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional, a nivel de Catalunya y del Estado Español. Aprovechando la Semana, se celebra un pleno municipal al que los regidores acuden vestidos con la gramalla tradicional (especie de túnica larga), llevando un espadín, en recuerdo de un antiguo privilegio.

Cabría anotar también en las leyendas la de la Virgen de la Serra, portada por Irene Làscaris, de la que ya hemos hablado.

En cuanto a els balls parlats que en su día se representaron, según Inmaculada Cartanyà i Palau (ver bibliografía), sufrieron el olvido, a excepción del Ball de Diables (sin parlamento) y el Ball de Bastons. Recoge los que todavía se representaron en el siglo XIX, el Ball de los Embozados de Madrid (1861), Ball de l’Espinella (1861), y otros sin parlamento, Ball de Bastons y Ball de Diables (ambos en 1864). En 1880 el Ball de Rosaura y el Ball de Sebastiana del Castillo. En 1906, con motivo de la coronación de la Mare de Déu de la Serra, se representaron el Ball de Sant Isidre y Ball de Serrallonga. Por su parte, Joan Amades (seguimos a Cartanyà), en su Costumari, refiere “danzas dramáticas” en Montblanc: Ball de Sant Joan, Ball de Juan Portela, Ball de Cercolets, Ball de Diables, Ball de la Renegada, Ball de Jacinto del Castillo, Ball de Joana de Valerosa.

Casi todos los bailes mencionados se representan todavía en, al menos, las comarcas del Tarragonès y del Baix Penedès, que han sido objeto de miradas por nuestra parte. Otros nos son desconocidos y tal vez se deba a las características especiales de Montblanc, donde predominó por encima del campesinado, la nobleza y la realeza, por lo que sería interesante su estudio. Nos referimos al Ball de los Embozados de Madrid, Ball de la Renegada y Ball de Joana de Valerosa.

 

 Notas:

(1) Los primeros descubrimientos se remontan al año 1830, cuando Fèlix Torres Amat presentó una memoria a la Reial Acadèmia d'Història en la cual daba a conocer dos yacimientos: el Portell de les Lletres y el Abric de Baridana.
(2) Diari de Tarragona, 19-12-04. “Hallan nuevas muestras del arte prehistórico en Vimbodí” “Un equipo de arqueólogos de la Universitat Virgili Rovira, dirigidos por el doctor Manuel Vaquero, ha localizado en el Molí del Salt las referencias de arte mueble más antiguas de Catalunya”
(3) Leonor de Castilla, hija de Alfonso VIII, casó, en 1221, con Jaume I, y tuvo un hijo de él. El Conqueridor solicitó, y le fue concedida, la nulidad matrimonial por parentesto en cuarto grado canónico. Los motivos fueron políticos, ya que, a lo largo de toda la historia, fueron otorgadas licencias para casamientos hasta en segundo grado de consanguinidad.
(4) El infante Jaume fue el primogénito de Jaume II y Blanca d’Anjou. Renunció a su herencia a la corona para ingresar en la orden del Císter. Pero el disgusto de su padre el rey fue tal, que lo impidió, ingresando el infante en la orden de Montesa. Benefició ampliamente al monasterio de Santes Creus, donde quería ser enterrado, pero tampoco eso fue posible. Sus restos yacen en la catedral de Tarragona.
(5) En el Compromiso de Caspe fue elegido rey Ferran d’Antequera, hijo segundogénito de Juan I de Castilla y Leonor, hija del Cerimoniós y de Leonor de Sicilia.
(6) La batalla de Nájera tuvo lugar en 1367, cuatro años después de que Jaume IV lograra evadirse de la prisión de su tío. Luchaban en un bando Pedro I de Castilla, apoyado por Eduardo de Gales, el Príncipe Negro, y Jaume IV. Por otro lado estaban los Trastamaras, quienes recibían el apoyo del Pedro IV de Aragón.  Ganaron los primeros, aunque años más tarde la lucha les daría la espalda. Después de la batalla, Jaume IV fue hecho prisionero. Curiosamente, algunos de los miembros de las Compañías que en esta fecha lucharán a las órdenes, bajo pago, del heredero de Mallorca, en la Batalla de Nájera lo hicieron pagados por los trastamaras.
(7) El marquesado de Torrecusa no aparece en los últimos Elencos de la Nobleza. El de Hinojosa, fue concedido, en 1612, a Juan de Mendoza y Velasco. El de Mortara, en Italia, a Rodrigo de Orozco y Ribera, en 1613.
(8) Los Láscaris fundaron el imperio bizantino de Nicea. Irene era hija de Teodoro I, casó primero con Constantino Paleólogo y en segundas nupcias con Juan de Vatatzes. Desconocemos hasta ahora (aunque investigaremos) cual era el motivo de la estancia en Aragón de Irene.
(9) Estos milagros abundan en todo el orbe cristinano. Conocemos varios en la provincia de Soria. Concretamente en Cubo de la Solana, Quintana Rubia y Los Rábanos. En los tres casos, las imágenes se negaban a seguir adelante una vez que habían elegido el lugar de ubicación del templo.
(10) En la Conca de Barberà existe una interesante ruta de cellers modernistas.

 Bibliografía

Aguiló, Tomás y Quadrado, José María. “El Infante de Mallorca”. Calima Ediciones. Palma de Mallorca, 2000.
Cartanyà i Palau, Inmaculada. “El Balls Parlats a la Conca de Barberà”. Del libro “Els Balls Parlats a la Catalunya Nova” (Teatre Popular Català). Edicions Els Mèdol. Tarragona, 1992.
Goig Soler, Isabel/Lahoz Goig, Israel. „Una mirada sobre el Tarragonès” y “Una mirada sobre el Baix Penedès”. 2002 y 2006.
Masià de Ros, Angels. “El Dissortat Comte d’Urgell”. Episodis de la Història. Ed. Dalmau, 1990
Porta i Balanyà, Josep M. “Montblanc”. Cossetània Edicions.
Sobrequés, Santiago. “Els Barons de Catalunya”. Ed. Vicens Vives, 1991.
Vivas Llorens, Jordi/Bonet Moragues, Nati. “L’auca de Montblanc”. Imprenta Requesens, S.C.P. Montblanc, 1990

© Isabel Goig Soler
https://tarragona-goig.org

Elionor d’Aragó i Montferrat
y la ermita de Sant Joan en Montblanc

La princesa Láscaris
y la fundación del monasterio de clarisas en Montblanc

Un paseo por Montblanc

 

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