MUNICIPIS DEL TARRAGONÈS Altafulla |
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Altafulla es una bellísima y luminosa población, de unos tres mil habitantes, a la que el turismo feroz y las construcciones a él dedicadas no la han deteriorado. Tal vez en esta villa los promotores han tenido más sensibilidad o el ayuntamiento ha actuado con más contundencia. Así y todo es necesario separar la zona destinada al turismo de la ciudadela medieval o Vila Closa. En la primera, desde la Cervecería Altafulla del asturiano Roberto Martínez (a donde recomendamos una visita y probar algún plato que haya cocinado él), a través de un arco de medio punto, el mar al fondo forma una foto de postal romántica. Casitas y apartamentos acordes con el entorno dan paso, después del arco, a las casas típicas de pescadores –las Botigues del Mar- que conservan todo el encanto de una actividad que está pasando, en muchos pueblos, a mejor vida; muchas de ellas se han convertido en restaurantes y cervecerías. Muy cerca de la playa, siguiendo el camino interior que separa Altafulla de Torredembarra, se halla el yacimiento arqueológico de Els Munts, un conjunto que se nos antoja precursor de la masía catalana. Si bella y encantadora es la población de Altafulla-mar, la historia y elegancia es lo que predomina en Vila Closa, donde abundan las casas señoriales, portales blasonados, restos de muralla y en la cima, dominando, el castillo de los marqueses de Tamarit, almenado, con galería renacentista y patio central. Todo muy cuidado y privado, toda vez que es residencia veraniega de los marqueses. El actual pueblo de Altafulla data de la colonización cristiana y su aparición en la crónica histórica se señala en 1059. Se conservan documentos que ponen de manifiesto que, en el año 1400, Bartomeu y Lluìs Requesens, caballeros, fueron señores de Altafulla y, según el historiador del mismo apellido “con ellos comienza la ascensión de la familia Requesens”. Muy importante es el siglo XVIII para la economía de la villa, gracias a la exportación del maíz, los vinos y el aguardiente a través de las rutas oceánicas y la importación de cacao y añil de las colonias americanas. San Martí es el patrón y a él está dedicada la iglesia neoclásica (XVIII) –estilo habitual en todo el Tarragonés- coronada con cúpula octogonal y que forma, con el castillo, un señorial conjunto. La particularidad de esta iglesia es su nave subterránea (cinco salas subterráneas de arcos apuntados, a diferentes niveles). Completa la lista de edificios religiosos la ermita de San Antonio, de moderna construcción, gracias a las aportaciones de los pescadores, edificada en un otero como pervivencia de la ubicación elegida para los santuarios ibéricos; una barquita pequeña cuelga del techo y la senyera envuelve el campanar. Desde ella se ve el mar, el castillo de Altafulla y el de Tamarit. De Altafulla, además de su interesante historia, hay que destacar su tradición brujeril. En la parte alta del pueblo, alrededor de la iglesia, se ubicaba el barrio de las brujas, donde estaban situadas la casa de la Xoixeta, de Paula del Sol, de las Bruixetes y otras. Leyenda, desde luego, pero que ha arraigado en el espíritu popular y ha quedado para la posteridad como villa con brujas, al igual que ha sucedido con la soriana Barahona. © Una mirada sobre el Tarragonès, 2002 |
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