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“A Albinyana fan senalles, i a les Peces, senallons. Santa Oliva, les herbes, I el demés son c…”
Albinyana aparece enclavado en uno de los valles que forma la sierra del Quadrell, donde se asentaron los primeros habitantes, concretamente en la cueva de Vallmajor, según nos indican sus pinturas rupestres esquemáticas y los restos arqueológicos de la Edad del Bronce, íberos y romanos. En este entorno montañoso abundan los manantiales.
Su nombre aparece por primera vez en 1010 en un testamento, donde Adalbert dona el castillo al monasterio de San Cugat del Vallès, como era habitual en las tierras de la Catalunya Nova. Adalbert (descendiente del vizconde Guitart) murió en Córdoba, en prisión, hasta donde había acompañado a Ramón Borrell. Su hermano, Geribert, impugnó el testamento, pero, naturalmente, no consiguió nada.
Treinta años después, alrededor del castillo, se funda el pueblo, según consta en el cartulario del monasterio, siendo abad Guitart, que da carta de población a Bernat Oleguer. Jaime I, en 1232, confirmó la donación al monasterio, donde permaneció Albinyana hasta 1835, año de la abolición de los señoríos. Del castillo, muy próximo a la ermita de Sant Antoni, sólo quedan los cimientos y la base de la torre redonda.
En las últimas décadas la población ha aumentado en un cien por cien. Esto se debe, entre otras actividades económicas (pequeña industria textil y cultivo de flores) al parque acuático Aqualeón y Rioleón Safari (instalado en la década de los años setenta) que se complementa con una reserva de más de cuatrocientos animales africanos y sudamericanos en libertad, y los servicios que giran alrededor de esta empresa. Aunque, como toda la comarca, casi el treinta por ciento del término está dedicado al cultivo del avellano, almendro, cereal y olivo, y la viña, naturalmente, para cuya gestión cuentan con una bodega cooperativa fundada en los años sesenta. Tienen piscinas y coto de caza.
Albinyana conserva un caserío muy hermoso, de calles estrechas y empinadas, con edificios blancos (algunos con escudo) y arcos de piedra de medio punto. El casco viejo recuerda a otros enclaves de trazado árabe. Recomendamos fijarse en Cal Pau Magí, junto al Ayuntamiento, edificio del siglo XVII, propiedad del administrador del Monasterio de Sant Cugat, y Ca l’Esquerrà, donde residió Joan Perucho.
Desde el pueblo, en un alto, se ve la ermita de Sant Antoni, rodeada de pinos. Se accede caminando o en coche, por camino estrecho pero asfaltado. Alrededor de ella, el Lunes de Pascua, se reúnen los vecinos para oír misa, comer la mona, beber resolis, bailar sardanas y, los más pequeños, practicar juegos. Se sube también para homenajear en su día al santo titular, Antoni, oír misa y cantar los goigs. En el camino viejo había una piedra con una cruz donde se paraban, la tocaban, y rezaban unas oraciones mirando hacia Montserrat.
Su iglesia parroquial es del siglo XVII y guarda en el interior una imagen de la Mare de Déu del Roser, del XVI, además de restos de la primitiva fábrica románica.
Nos han contado una tradición que tiene lugar por la Candelaria: dos mujeres que vivan solas pasan por las casas repartiendo candeles y recogiendo dinero para la iglesia. Y por San Blas acuden al templo para bendecir los frutos del campo. Tradición esta extendida en todo el mundo rural, en Castilla, por ejemplo, tiene lugar durante los primeros días de mayo.
Celebran el 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen (lo hacen coincidir con el sábado más próximo) y el 24 de agosto, en honor de San Bartolomé, bajo cuya advocación se halla la iglesia. Además de la romería a la ermita de Sant Antoni, durante dos días de la Semana Santa representan, en el templo, Pàgines de Passió, con escenas de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
TRADICIONES del Baix Penedès
Convocan un certamen literario con el nombre de Joan Perucho, a quien también le han dedicado las escuelas. Es un pueblo muy vivo, con grupo de teatro, ball de diables, y otras asociaciones culturales. De la chiquillería de este precioso lugar, dijo Perucho:
“Infantesa: rotllana i vol d’ocell.
Un crit o un rull t’amenaçava ara
tant com el puny o el llavi.
Va saber que les coses naixien ca da día,
ve aquestes mans esquerdes la rialla,
que basta un mur per ésser aquest estel”.
Recomendamos subir a la ermita de Sant Antoni caminando. Apenas dura media hora, aunque el camino es cuesta arriba. El primer tramo está asfaltado, son unos trescientos metros desde la iglesia, en la segunda bifurcación se toma el de la derecha, conocido como camino viejo, y a unos cuatrocientos metros se encuentra la Font de Sant Antoni, al pie de una gran roca. Doscientos metros más, y se llega a la ermita, desde donde se accede a los restos de la torre de vigilancia conocida como castell. Y una excursión por el Camí dels Molins, hasta Tomoví, a pie, a poder ser ya avanzada la primavera.
© Isabel Goig e Israel Lahoz
"Una mirada sobre el Baix Penedès"
https://tarragona-goig.org
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