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Colabora

© Isabel Goig
Luisa Goig
Israel Lahoz
2007

NUESTRA MIRADA SOBRE L'ALT CAMP

 

l'Alt Camp

La Comarca de L’Alt Camp tiene su techo y su plana. El techo, potente, lo forman sierras de la Cordillera Costero-Catalana, montañas con nombre propio que, a su vez, como ramas que son de la misma familia, generan otras elevaciones menores, las que se conocen en cada pueblo, en cada aldea. Las montañas con nombre propio son Serra del Pou, las Muntanyes de Prades, la Serra de l’Ermita, la de Miramar, la de Comaverd, y la de la Brufaganya. En esta última, dice la leyenda piadosa que nace el río Gaià, gracias a Sant Magí, quien, al verse acorralado por los romanos, lanzó la cayata y fue generando manantiales, aunque la Geología desmiente a la leyenda, y se empeña en que el Gaià nazca por tierras de Santa Coloma de Queralt. Cosas de los niveles freáticos, que entienden poco de milagros.

Si la Catalunya Vella debe su Historia y su grandeza a los Pirineos y a la plana d’Urgell, la Catalunya Nova y, unidas, la gran Catalunya que esta tierra fue durante siglos, ha de agradecérselo a estas montañas que hemos mencionado líneas arriba. Han sido siempre los montes escenarios de historias maravillosas y reales, de grandes gestas y espirituales pequeñeces. En sus oquedades, personas deseosas de aislarse del mundo han hallado el sosiego. En sus cimas, importantes señores alzaron sus castillos, vigilantes y protectores. Por las faldas de las montañas, unos y otros tuvieron al alcance de la mano el agua y el alimento imprescindible, y la leña necesaria.

Las montañas que sirven de techo a l’Alt Camp fueron, también, frontera entre musulmanes y cristianos durante la Edad Media. Cuando los condes catalanes y sus barones conquistaron las sierras, descendieron hacia el río Ebro (otra frontera natural) y lograron la Gran Catalunya.

Para completar la obra era necesaria, imprescindible, la repoblación humana. De eso se encargaron los monjes del Cister. Hablar ahora, en el siglo XXI, de monjes y monasterios, significa hacerlo en clave de Arte. Pero entonces, el Monasterio de Santes Creus, al pie de las montañas, a orillas del río Gaià, fue mucho más que Arte. La Orden Cisterciense, que había surgido como reacción al Cluny y sus riquezas, que caminaba con ideas avanzadas para la época, hasta podríamos decir que sociales, fue para esta parte de Catalunya concretamente, un factor decisivo.

Monestir de Santes Creus

Buenos y avanzados agricultores, experimentados ganaderos, señores de tierras y vasallos, ejercieron todo ello de la mejor forma posible. En la Edad Media no se podía elegir. El señor podía ser el abad del monasterio asentado en la tierra, el señor feudal o el rey. De todos ellos se ha demostrado a lo largo de la Historia, que el mejor era el abad ayudado por sus monjes, los que más se preocupaban por sus vasallos, tanto en el aspecto social, como económico y espiritual. Y allí estuvieron, durante siglos, llegados del Sur de Francia, los monjes del Cister, allí fundaron Santes Creus. Intervinieron, como todos, en política, pero tanto estos como los de Poblet, a favor, siempre, de Catalunya. No sería exagerado decir que fomentaron primero y protegieron después, la catalanidad, aún en épocas difíciles, aún a costa de sus propios intereses.

Conforme los tiempos fueron cambiando, fue necesario crear una zona industrial. Y esa es la plana, Valls y sus alrededores, la zona Sur de la Comarca, la que se confunde con el Tarragonés. En estas tierras, la Historia, que la tiene, sin el amparo de las montañas, sin la religiosidad de Santes Creus, ha quedado difuminada a favor de la modernidad, las grandes vías de comunicación, la industria, la población, desplazada del norte. Es el signo de los tiempos.

Nosotros hemos dividido, de manera ideal, la comarca de l’Alt Camp en cuatro zonas que nos parecen bien delimitadas pero que, en todo caso, se debe a la primera impresión recibida. Y este trabajo, no se olvide, es nada más, y nada menos, que una mirada sobre l’Alt Camp.

La primera comprendería la protección de las sierras y castillos. La segunda la religiosidad del Cister y el río Gaià. La tercera l’Alt Camp industrial e industrioso. Y aún una cuarta, un trozo pequeño de tierra, pero también cargado de Historia, los pueblos que están bajo el amparo de las Muntanyes de Prades.

Este rincón de la comarca, que comprende La Riba, Mont-ral y Alcover nos parece a nosotros muy significativo por lo que encierra de Historia bajomedieval. Pertenece al condado de Prades, y este condado tuvo importancia en la esa época por varios motivos, siendo uno de ellos el nacimiento en la capital, Falset, de la última reina catalana, Margarida de Prades, abadesa de Bonrepòs y enterrada precisamente en Santes Creus por deseo propio. Es un espacio natural impresionante, comprendido entre las Muntanyes de Prades y el río Francolí, donde se conserva arquitectura románica, poco abundante en la Comarca.

Selma

Vamos a pasear por l’Alt Camp, vamos a posar sobre esta tierra nuestra mirada, siempre cariñosa, siempre respetuosa. Subiremos a los castillos que podamos, a los pueblos deshabitados que nos sea permitido. Nos detendremos con recogimiento ante las tumbas reales que cobijan por los siglos de los siglos lo que queda de los condes catalanes que engrandecieron el país, y de sus mujeres que parieron herederos. Trataremos de reconocer los majestuosos árboles y las humildes ermitas. Nos sorprenderemos con las interminables viñas, los generosos olivos, los coquetos avellanos. Nos admiraremos de la fértil creatividad constructiva de Martinell. Hablaremos con la buena y laboriosa gente de la Comarca, beberemos su vino y comeremos sus calçots.

Todo ello para llegar a conocer esta tierra y a sus gentes. Ya se sabe que para amar algo es necesario conocerlo.

La Sierra, los Castillos y la Comarca   La religiosidad del Císter   El río Gaià

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© Isabel Goig, Israel Lahoz y Luisa Goig, 2007